Así se divertían los niños aztecas y mayas
Cuando se habla de los aztecas, mayas y demás culturas importantes del México Antiguo, se suele pensar en ellas de un modo un tanto demasiado épico o monumental. Ciertamente estas grandes culturas indígenas tenían algo de ello, pero sus usanzas, tradiciones y costumbres iban mucho más allá de esa faceta.
En realidad se trataba de culturas llenas de vida, que hallaban en cada pequeña actividad del día a día, un momento de contacto profundo con la naturaleza y con la divinidad.
Por tal motivo el tema de los juguetes o los juegos propios de los niños prehispánicos tiene un especial interés. Como veremos, en muchos aspectos, los niños mesoamericanos se divertían de una manera muy parecida a como lo hacen los niños del México actual.
De acuerdo a los historiadores, en nuestros días no existen demasiados registros que comprueben la existencia de objetos utilizados como juguetes en los tiempos precolombinos.
Pero aun así, de los escasos datos que se conocen y que han sido hallados en los yacimientos arqueológicos, sobresalen figurillas zoomórficas de cerámica, con ruedas; pequeños trastes, muñecos y muñecas articuladas, sonajas, silbatos y vasos silbadores. No obstante, de acuerdo al contexto en el que han sido halladas estas piezas, posiblemente también hayan tenido una utilización ritual.
Es muy probable que los niños mayas y aztecas, así como también, por supuesto, los de las demás culturas mesoamericanas, hayan utilizado juguetes para la diversión.
Pero también es posible que hayan estado elaborados de materiales perecederos y por ello no han quedado muchos vestigios de ellos.
Para comprender lo anterior, basta con pensar en las muñecas pames, creadas con palma y cabellos de maíz, las cuales se siguen siendo confeccionadas por las etnias de la Sierra Gorda en el actual estado de San Luis Potosí.
Por lo que se refiere a los juegos de los niños aztecas, hay que mencionar la peonza (trompo) denominada como pepeteotl; un juguete con forma de paloma llamado chichitli, que los pequeños usaban a manera de silbato; diferentes juegos de azar; juegos con barro y arena y el totoloque, un juego que se llevaba a cabo lanzando diminutos bodoques sobre tejuelos apilados.
Los niños mayas, por su parte tenían un juego llamado lolomche, que se realizaba con un baile en el cual se juntaban los participantes sujetándose de los hombros, formando un gran grupo. Luego se lanzaban cañas y se perseguían unos a otros.
Estas costumbres lúdicas de los niños indígenas prehispánicos, son un verdadero tesoro de vida e historia. Por tal motivo, en la medida de lo posible, es necesario procurar que no se pierdan.
Es interesante observar que los juegos y juguetes de los niños mayas y aztecas nos dejan ver una estrecha vinculación con el entorno natural en el que se desenvolvieron las culturas mexicanas.
Es un rasgo muy peculiar que merecería ser rescatado para las civilizaciones contemporáneas. Los juegos y juguetes de las culturas prehispánicas mexicanas exhiben una gran inocencia y una voluntad de convivir plenamente con la comunidad.
Actualmente es normal que, por la particular dinámica de la globalización, muchos de los juguetes que se obsequian en los cumpleaños o en otras fechas especiales haya sido objeto de diseño en un país y fabricado en otro, todo ello antes de llegar finalmente a quien será propietario final de ese producto. Es una constante que se presenta no solamente con respecto al giro del entretenimiento y los juegos, sino también en cuanto a muchos otros productos.
A diferencia del modo en el que divertían los niños mexicanos en los tiempos precolombinos, actualmente muchos de los juguetes que tienen los infantes del México actual son de serie y se encuentran elaborados con plástico.
Tomando en cuenta lo anterior, es comprensible que aún perdure en nuestra nación el gusto por los juguetes artesanales, aquellos que son elaborados con materiales como madera, tela o latón. Se trata de juguetes tradicionales que han brindado esparcimiento a los pequeños desde hace siglos, de generación en generación. Muchos de estos juguetes datan de los tiempos de las grandes culturas mesoamericanas y del periodo virreinal.
Una manera de comprobar lo anterior, es saber que, en nuestros días, hay sitios enfocados enteramente a la exhibición de juguetes mexicanos. Justo es el caso del Museo de Juguete Popular Mexicano o bien el Museo del Juguete Antiguo México.
En estas fechas festivas, un obsequio bello y original puede ser un juguete creado por los artesanos nacionales. Se trata de objetos maravillosos que hoy por hoy son muy valorados por coleccionistas y conocedores, tanto del interior de nuestro país como del extranjero.
También lo son, por aquellas personas que sienten nostalgia de aquellos días en la que un sencillo juguete, como los tradicionales mexicanos, y mucha imaginación, bastaban para tener horas y horas de sano esparcimiento.
Lo más importante que se puede comentar acerca de los juguetes tradicionales de México, es que se trata de manifestaciones culturales llenas de vida y que aún pueden ser conocidas y disfrutadas por las nuevas generaciones. La modernidad no tiene por qué estar en contraposición con el vasto legado cultural e histórico del México antiguo.
Es muy probable que muchos adultos de nuestro tiempo hayan pasado ratos de mucha diversión con un trompo elaborado en madera y con punta de metal, el siempre en boga yo-yo, el balero, la pirinola o el rehilete. Hace no demasiados años eran aún normales en los pueblos y ciudades mexicanas pasatiempos como las serpientes y escaleras, la mata-tena o la lotería.
Otros juguetes típicos de la juventud nacional son las muñecas de trapo, de cartón, madera y porcelana; las matracas, los papalotes, matracas, atrapa novios, viboritas, canicas, caballitos de palo, trenes de madera, silbatos, etc.
Sumado a su gran valía artística y al ingenio expuesto por sus creadores, otra de las facetas más importantes de los juguetes tradicionales mexicanos tiene que ver con el modo en el que fomentan la actividad física, la imaginación y la destreza. Por ese motivo, los juguetes típicos de nuestro país tienen un lugar no reemplazable en el horizonte de la cultura y la idioscincracia que nos son particulares.