La bonanza minera de antaño es una característica que comparten numerosos Pueblos Mágicos del país, que gracias a sus riquezas atrajeron a poblaciones de extranjeros, principalmente ingleses, quienes construyeron un legado arquitectónico que hoy en día es el bastión de su permanencia como hermosos sitios turísticos.
Tal es el caso de El Oro de Hidalgo, en el Estado de México, que tuvo su mayor auge entre finales del siglo XIX y principios del XX.
Este Pueblo Mágico de constante clima frío y húmedo llegó a tener fama mundial porque de sus yacimientos se obtuvo el oro más puro jamás conocido, y en tales cantidades que solo estuvo por detrás de las legendarias de Transvaal, una desaparecida comunidad africana.
Mucho antes de este esplendor minero, El Oro era una humilde comunidad de indígenas mazahuas que vivían del cultivo de maíz y frijol, hasta que en el siglo XVI sus vetas minerales fueron descubiertas por los conquistadores españoles, quienes iniciaron la explotación de los metales preciosos.
Las antiguas minas de La Esperanza, El Consuelo y La Providencia quedan como testimonio de esta época dorada, que culminó cuando su explotación dejó de ser posible a mediados del siglo XX, y la población tuvo que decantarse en otras actividades, como la producción artesanal y gastronómica, y el fomento de una rica vida cultural.
Una visita a El Oro comienza por el bello Jardín Madero, rodeado por pintorescas calles empedradas y numerosas panaderías que sirven rico café caliente y suculentos biscochos.
Se trata de un apacible lugar, con encantadoras bancas y una densa arboleda, ideal para observar al pueblo y su gente, sobre todo durante las primeras horas de la mañana.
Cerca de ahí se encuentra la Capilla de Santa María de Guadalupe, precedida por un atrio cerrado poblado de rosas, en cuyo centro se encuentra una escultura de Jesucristo.
La fachada de este templo es sobria pero imponente, gracias a sus dos campanarios de estilo neoclásico.
En su interior, además de a la Virgen de Guadalupe, se venera al Sagrado Corazón de Jesús y a San José; puede admirarse también un vitral ricamente ornamentado con rosas y un retablo elaborado con mosaicos de colores e incrustaciones de oro.
Las dos construcciones de este poblado en las que se nota una mayor influencia de la arquitectura europea son el Palacio Municipal y el Teatro Juárez.
La primera fue culminada el 2 de octubre de 2010, y ha sido declarada Monumento Histórico por el Instituto de Antropología e Historia (INAH) gracias a su manufactura que combina los estilos neoclásico y del art nouveau en sus fachadas, pórtico, salón de cabildos, nave central y torreones.
El Teatro Juárez surgió de la inquietud de los gobernantes de El Oro a finales del siglo XIX, al mirar el inusitado incremento de habitantes en el poblado, que los llevó a pensar en construir sitios de recreo y entretenimiento para evitar que cayeran en el vicio.
Una magna función de zarzuela el 5 de febrero de 1907 fue la que inauguró la vida cultural de este recinto, hermoso edificio de estilo neoclásico, decoración morisca, salones de madera tallada y fachada de piedra.
Otro de los recintos más importantes de este pueblo es el Museo de la Minería del Estado de México, donde yacen los restos de la antigua abundancia de El Oro.
El museo atesora y resguarda documentos históricos y la memoria fotográfica de la minería en la región, maquinaria y equipo de extracción, un tiro minero, una muestra geológica de los minerales extraídos y una sala de exposiciones temporales.
El mejor punto para admirar el panorama de este Pueblo Mágico es el Tiro Norte, un viejo sistema de poleas y plataformas sostenido por una estructura de madera que se utilizaba en las minas para subir y bajar a las profundidades a los mineros, materiales, maquinaria y cualquier otra cosa que se necesitara en la extracción de las riquezas.
Un modo fantástico de explorar el pasado de un pueblo minero como El Oro es visitar los socavones subterráneos, con profundidad hasta de cientos de metros, que se realizan para la extracción minera en corredores horizontales repartidos en fosas verticales.
En estos túneles artificiales, los mineros tenían todo lo necesario para trabajar y sobrevivir en las profundidades, incluso altares e imágenes religiosas a quienes encomendaban sus vidas.
A unos kilómetros de El Oro, el socavón San Juan fue rehabilitado para que los turistas cobren consciencia sobre los esfuerzos y riesgos que los trabajadores de las minas de El Oro tenían que sortear para ganarse la vida.
En este lugar se pueden observar herramientas de trabajo, góndolas para el transporte de minerales y una estatua en honor a los mineros.
Este Pueblo Mágico también ofrece opciones de recreación ecoturística. Las más populares son las presas Victoria y Brockman, construidas originalmente para abastecer las grandes necesidades de agua de las minas, pero que ahora son bellos cuerpos de agua rodeados de cedros, pinos y otros árboles, espacios ideales para pescar, andar en bicicleta de montaña y pasear a caballo o en cuatrimoto.
En las inmediaciones existen bellas fincas, bungallows y espacios para acampar, para quedarse a disfrutar la fría noche estrellada del bosque.
El Oro es uno de los puntos de arribo de las mariposas monarca que emigran cada año desde Canadá, en los santuarios de San José del Rincón, área protegida de la Sierra Chincua, llamados La Mesa y Palo Amarillo.
Otro espacio excelente para convivir con la naturaleza y sentir la brisa del agua al caer es la Cascada del Mogote, a más de dos mil metros sobre el nivel del mar y con un puente colgante desde donde se tiene una vista espectacular de la caída de agua, y una tirolesa que la atraviesa de ida y vuelta.
El restaurante Los Girasoles, en el centro histórico, es una de las mejores opciones para probar el mole verde que los habitantes de El Oro han perfeccionado a lo largo de generaciones, así como La Ventana y La Mina.
Para tomarse una buena copa de vino y una cena ligera, resulta muy recomendable acudir al Express Minero El Vagón, un lugar lleno de historia y misterio.
En el Centro Artesanal El Oro se ofrece una amplia variedad de productos culinarios, textiles, muebles y artesanías de todo el Estado de México.
Sin embargo, destacan los cestos tejidos con hojas secas de pino y la llamada "chiva", licor digestivo típico elaborado con anís y distintas hierbas que, según creencias de los lugareños, puede usarse para "curar de espanto".
Por su parte, en la Plazoleta del Vagón, cercana a una antigua estación ferroviaria con verde techo de dos aguas, restos de rieles y de un viejo vagón, se puede visitar la tradicional Dulcería Los Refranes, en donde se venden golosinas típicas, café orgánico, mermeladas, vinagretas y otros productos locales.
Para llegar en avión, el aeropuerto más cercano es el de Toluca, al que llegan Interjet y Volaris. A partir de ahí, los autobuses Caminante llegan directo al Pueblo Mágico, al igual que desde la Ciudad de México. En automóvil, se deben recorrer 91 km desde la ciudad de Toluca por la Autopista Federal 55, y en la desviación a Atlacomulco continuar a la izquierda por la Carretera Estatal 5.