Las columnas basálticas del Cañón de Aculco, en el Estado de México, reciben a sus visitantes bajo el baño del sol que las hace resplandecer, mostrándoles un camino de aventura y adrenalina en contraste con la tranquilidad colonial de sus calles empedradas, habitadas por blancas fachadas que hablan de una historia que no volverá jamás.
Aculco de Espinoza fue fundado hace casi un milenio por la etnia otomí, que hasta la actualidad sigue teniendo una presencia importante en la región, principalmente en las comunidades de San Antonio, San Joaquín Coscomatepec y Santiago. Por su cercanía con el reino de Tenochtitlán, la conquista española llegó temprano a este pueblo y en 1540 tuvo su primer templo católico, el convento de San Jerónimo, emblema del poblado y el municipio.
En 1810, durante la Guerra de Independencia, Aculco se volvió tristemente célebre al sufrir los insurgentes mexicanos su primera derrota, cuando el poder de artillería de los realistas logró aplacar a las disminuidas tropas independentistas, en la Batalla del Monte de las Cruces, que significó el nacimiento de uno de sus lugares más visitados: el árbol conocido como Palo Bendito, donde el cura Hidalgo ofició una misa en agradecimiento por conservar la vida después de tan cruenta batalla.
Con un clima predominantemente frío, que oscila los trece grados centígrados, caminar entre las reliquias coloniales y disfrutar las maravillas naturales de este Pueblo Mágico declarado como tal en septiembre de 2015, y como Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2010, resulta una experiencia sumamente enriquecedora.
Aculco es uno de los sitios más gratos para visitar en el Estado de México. Pueblo Mágico de reciente declaratoria, luce en el entorno geográfico mexiquense como una comunidad colmada de colores y de luz. Los blancos muros de sus viviendas, los abundantes callejones y calles del lugar, esperan a los visitantes con una muy completa oferta de experiencias turísticas.
El misticismo de los indígenas otomíes, los secretos de una antigua cultura del México Profundo, nos aguarda por los rumbos de Aculco. Es otro de los motivos por los cuales vale la pena visitar esta zona del Estado de México.
Aculco se ubica a una altitud cercana a los 2,400 metros. Cuenta con un clima montañoso, fresco, si bien en algunas ocasiones se percibe frío o semifrío. La temperatura promedio del sitio es de 14 grados centígrados y llueve durante varios periodos del año.
El ámbito geográfico de Aculco se perfila como serrano, con abundantes cañadas y valles, además de contar con algunos ríos y cascadas. El subsuelo de la región cuenta con dos clases de agua la salada y la dulce.
El centro de Aculco está poblado por antiguas edificaciones que entre sus muros guardan anécdotas e historias de varios siglos de antigüedad, como la casa de doña Mariana Legorreta, en la que durmió Miguel Hidalgo durante su estancia en el lugar y que se conserva en muy buen estado.
Un paseo por este Pueblo Mágico incluye visitar las plazuelas de José María Sánchez, Miguel Hidalgo y Benito Juárez, así como la Plaza de la Constitución. La primera fue llamada así en honor de un benefactor que salvó al pueblo de la hambruna a finales del siglo XIX, llevando carros llenos de maíz desde sitios muy lejanos, sin pedir nada a cambio. Esta callecita no es más que un apéndice de la plaza principal, donde se encuentra el Palacio Municipal, un kiosco hexagonal de tejado rojo y tranquilas bancas para pasar la tarde.
La fachada del antiguo Convento de San Jerónimo resulta muy peculiar, pues fue labrada en cantera rosa al estilo tetiqui del siglo XVI, importado por los europeos pero interpretado por la cosmogonía indígena de sus constructores. En su patio central puede admirarse un reloj de sol del siglo XVIII, y en su sacristía se encuentra una serie de óleos de gran valor, entre los que destaca un lienzo de grandes dimensiones que representa La Última Cena, pintado por el connotado pintor novohispano Miguel Cabrera, así como otro que retrata a Nuestra Señora del Monte Carmelo rescatando a las ánimas del Purgatorio.
En esta parroquia existe una curiosa leyenda, conocida por los habitantes del pueblo que con agrado la comparten con los turistas: se cuenta que el Señor San Jerónimo, santo patrón del lugar, tenía originalmente un león a su lado, que fue retirado por los fieles; esto provocó que en las noches se escucharan los rugidos de la fiera, la puerta de la iglesia amaneciera arañada y algunos animales aparecieran muertos, por lo que se acordó regresarlo a su lugar, y así nunca más volvieron a escucharse los espeluznantes ruidos.
El Santuario del Señor de Nenthé luce una arquitectura moderna, aunque su origen es antiquísimo. Fue erigida en 1702 en torno a la veneración del santo, al que diversas leyendas describen como muy milagroso, como cuando una severa sequía incendió el pueblo y la imagen del también llamado "Señor del Agua" fue encontrada intacta en un lugar donde brotaba un manantial. Por ello, cada que las lluvias se demoran, los campesinos sacan la imagen en procesión, clamando por agua.
Cerca de Aculco existen un par de haciendas que representan fragmentos del pasado del lugar. A solo 12 kilómetros se encuentra el ejido de Arroyo Zarco, de cuya casa grande aún perviven las ruinas. Entre su maleza pueden verse algunas de las piedras que formaban el Camino Real de Tierra Adentro, declarado Patrimonio Histórico por cubrir más de 2,500 kilómetros de longitud entre la Ciudad de México y Santa Fe, Estados Unidos.
Esta enorme hacienda jesuita tenía una finca, una capilla, una fábrica de mezclilla y un hotel de diligencias dentro de sus 30,000 hectáreas de extensión, y es famosa porque en sus habitaciones de hospedaron célebres personajes de los siglos XIX y XX como Maximiliano de Habsburgo, Benito Juárez y Porfirio Díaz.
La otra hacienda es la de La Cofradía, levantada en el siglo XVIII también por jesuitas, y adquirida años después por la familia política del héroe de la Revolución Francisco I. Madero. Aunque actualmente es una propiedad privada, pueden visitarse sus jardines, su capilla llena de óleos antiguos, su patio principal, una carroza que perteneció a Madero y nueve murales pintados por Ernesto Icaza, el famoso "Charro Pintor".
Algo que llama mucho la atención en Aculco son los añejos acueductos, que eran utilizados para llevar agua de riego a los sembradíos circundantes, aunque no como fuente de agua potable. Entre estos sistemas de conducción de agua, el más vistoso por sus características, aunque no el más extenso ni importante, es el acueducto que perteneció a la hacienda de Ñadó, importante productora de carbón vegetal desde finales del siglo XVIII.
A pocos kilómetros al norte de Aculco, Ñadó es un lugar perfecto para quien ama la naturaleza y la aventura, que incluye una presa, un río, una montaña, una peña y un fuerte. El río es formado por la unión de varios arroyos que provienen desde el Cerro Peña Redonda y la zona arqueológica de Huamango.
Estas corrientes le dan fuerza a la Presa Ñadó, un embalse a más de 2,000 metros sobre el nivel del mar cuya cortina de agua forma una bella laguna artificial, donde se puede practicar la pesca deportiva y pasear en lancha y kayak. La Montaña de Ñadó, mejor conocida como "Pelón de Ñadó" por la ausencia de vegetación, tiene una altura de 3,170 metros y es ideal para escalar y practicar caminata por sus veredas, que pueden remontarse desde las localidades de San Jerónimo, Los Aires, San Antonio y San Joaquín.
Esta parte elevada y rodeada por montañas resultó perfecta para los insurgentes de la Guerra de Independencia, que a principios del siglo XIX construyeron un fuerte y una maestranza, atiborrada de armas, artillería y provisiones. En 1813, ola edificación fue tomada por el ejército realista, que no encontró resistencia alguna.
Otro acueducto se encuentra en la comunidad de Ojo de Agua, un manantial que por más de cuatro siglos ha abastecido de agua al pueblo de Aculco. En este lugar, sobre un canal donde fluye el agua, se construyeron en 1882 los lavaderos públicos, que constituyen pintorescos testimonios de épocas pasadas, aunque siguen siendo utilizados por las mujeres otomíes.
Como punto de confluencia de la población, en este sitio perviven muchísimas leyendas, como la de un pirul que tiene la forma de dos niños abrazados, que la gente afirma fueron castigados por una bruja y encerrados ahí; incluso se invita a los visitantes a hacer pequeños cortes en la corteza para comprobarlo, pues se afirma que emana una extraña sustancia roja de ella.
En Aculco existen también opciones para refrescarse, descansar y convivir con la naturaleza, como la caída de agua de Tixhiñú, formada por las aguas del río Ñadó al penetrar en una barranca basáltica de 30 metros de altura, bajo la cual se forma una alberca natural. También en la cascada de La Concepción, proveniente de la presa Ñadó, las paredes rocosas son aptas para la práctica de deportes extremos como el rapel, del cual existen más de cien rutas trazadas para el descenso.
Una excelente opción para terminar un día de paseo por Aculco es visitar el Balneario Municipal, que cuenta con una sencilla pero limpia alberca olímpica, sanitarios, vestidores, áreas verdes, y puestos de comida y artesanías, que forman un agradable entorno ambientado por música regional.
Las mejores épocas para visitar Aculco son dos: la primera entre febrero y abril, desde la celebración del aniversario de la fundación del pueblo, el 19 de febrero, hasta la Semana Santa, en que se realizan procesiones y una magna representación escénica de la Pasión de Cristo, en medio de pirotecnia, música y manifestaciones culturales, pasando por el Festival Internacional Cultural Tierra Adentro, en marzo, en el que una multitud de artistas nacionales e internacionales presentan espectáculos que incluyen cine, teatro, danza, festival de globos aerostáticos, exposiciones y conciertos.
La segunda temporada tiene lugar en septiembre, cuando el 17 se celebra el Día de la Fraternidad Aculquense, celebración con más de un siglo de antigüedad que incluye emocionantes carreras de caballos, en el paraje cercano a la Cofradía. Por último, el 30 tiene lugar la fiesta religiosa más importante del año, para venerar al Santo Patrono de Aculco, San Jerónimo, en medio de misas, danzas, procesiones, eventos deportivos, verbenas populares, teatro del pueblo, baile, cabalgatas, coronación de la Reina del Pueblo, charreadas, juegos mecánicos, pirotecnia, comida, música y mucha alegría.
En Aculco existen varios productos que puedens ser elaborados a raíz de la actividad ganadera local, entre los que destacan los lácteos como mantequilla, crema y quesos, cuyo modo de elaboración es guardado celosamente por los aculquenses debido a su exquisito sabor. Los dulces de leche, o jamoncillos, y el pay de queso, son dos de las recetas locales que más fama le han dado al pueblo.
En el mercado municipal se pueden degustar los ricos platillos típicos de este Pueblo Mágico, en medio de un sinfín de colores, aromas y sabores, como barbacoa de carnero a la penca, mole de guajolote, escamoles (mejor conocidos como "guijes"), conejo en adobo, carnitas, chicharrón de res, caldo de vaca, enchiladas, mole verde, curados de pulque, licores, aguas de frutas, y delicioso pan artesanal.
La rica gastronomía aculquense puede disfrutarse también en su amplia oferta restaurantera, que incluye lugares como El Rincón del Viejo y Frida, en pleno centro histórico, que ofrecen deliciosa comida mexicana acompañada de la calidez de sus anfitriones. Existen también entrañables cafeterías como el Ma-Hai Bistro, el Café de Lima y La Terraza, donde se puede tomar un descanso después de las largas caminatas por las calles de este pueblito.
Aculco brinda la oportunidad de conocer a una de las etnias más interesantes de México: los otomíes, que muestran orgullosos sus prendas características y elaboran bellos trabajos artesanales en tela y cuero, como mantas bordadas, rebozos, quesquémitles, huaraches y fajillas de colores vivos; también son diestros en el manejo del ixtle (fibra del maguey), con la que fabrican sombreros de palma, ayates, redes rudimentarias para pesca o para cosechar maíz, morrales y hasta prendas de vestir. Además, Aculco es un portentoso pueblo cantero, por lo que se pueden encontrar exquisitos trabajos tallados en esta singular piedra rosada.
Aculco cuenta con diversos tipos de hospedaje, entre los que se incluyen hoteles y ranchos, como el Xani Mui Rancho Equus, con cómodas habitaciones y áreas comunes, que es una excelente opción para relajarse y tener a la mano las principales atracciones del pueblo. En los hoteles La Esperanza e Hidalgo, se puede disfrutar una agradable estancia muy cerca del centro histórico, para no perderse ningún momento mágico.
Aculco forma parte de la zona de Jilotepec, en el área noroccidental del EDOMEX, justo en la zona limítrofe con el estado de Querétaro.
Desde la capital mexicana se debe de tomar por Periférico Norte y proseguir por la autopista número 57 México- Querétaro. Al llegar al kilómetro 115 es preciso tomar el desvío que conduce a Arroyo Zarco y El Rosal. El Pueblo Mágico de Aculco se ubica a unos quince kilómetros de la mencionada autopista.
Desde la Ciudad de México. Se puede llegar en avión a esta ciudad a través de AeroMéxico, AeroMar, Intejet, VivaAerobus y Volaris, y a partir de ahí abordar un autobús de Autovías que llega directamente a Aculco. Para llegar en automóvil, es necesario tomar Periférico Norte - Autopista México - Querétaro, después la primera caseta que está por Tepozotlán, y seguir hasta el km 115, donde está la desviación a Aculco, y continuar por 15 kilómetros más.
Desde Toluca, Estado de México. Tomar la Autopista 55 hacia Querétaro y en Atlacomulco continuar por la Carretera Federal 55; a unos kilómetros de Acambay, se encuentra Aculco.
Desde Querétaro. Tomar el Boulevard Bernando Quintana hacia San Juan del Río, y en Palmillas tomar la Carretera 55 hasta llegar a Aculco.