El vasto paisaje árido de las Dunas de Bilbao es el singular marco para un sitio tan recurrente para la historia de México como lo es el poblado de Viesca, en el norteño estado de Coahuila. Desde que sus arenas sirvieron de prisión para el cura Miguel Hidalgo durante la Guerra de Independencia en 1811, su singular territorio y su gente han sido mudos testigos del nacimiento y desarrollo de un país.
Además de su belleza, la salinidad presente en las arenas de Viesca le brinda propiedades para curar cualquier herida. Sus delicadas pendientes son perfectas para practicar sandboarding, y su extenso panorama las ha vuelto el escenario ideal para filmar películas como El Diluvio y Salvando al Soldado Pérez.
Actualmente, Viesca es un buen lugar para relajarse y reflexionar. En sus silenciosas calles se puede percibir claramente el murmullo del viento al rozar las hojas de los árboles, acompañado por la sosegada charla de los ancianos que esperan el ocaso en los pórticos de sus viejas casas, mientras el reloj de la plaza mide a campanadas un tiempo que parece haberse detenido.
El paisaje desértico y a veces desolador de Viesca levantan sobre él la amenaza de convertirse en un poblado fantasma. Sin embargo, la fuerza de su gente siempre encuentra el modo de seguir adelante; esto se entiende claramente al contemplar el lema de su escudo de armas: "Resurgiremos siempre".
Las 16 pinturas religiosas que habitan la capilla de la madre de la Virgen María y patrona de las parturientas, Santa Ana, son codiciadas en el extranjero por haber sido pintadas por artistas virreinales como Juan Arellano y Antonio Torres, pero los escasos pobladores del ejido se niegan a dejarlas ir, pues para ellos representan santos que los protegen y les hacen favores.
La otra joya arquitectónica de Viesca es el Templo de Santiago Apóstol, que desde hace 250 años ha servido como vínculo entre las disímbolas poblaciones de Viesca, ya que ató a la tierra a los nómadas chichimecas y fue la fuente evangelizadora de la doctrina cristiana en Coahuila y Texas.
Alrededor de la parroquia giran dos eventos muy importantes para la vida de los viesquenses. La primera es la Procesión del Silencio, que se realiza cada viernes santo y es un acto de fe y reflexión en el que participan cofradías aledañas, bandas de guerra, cameratas, músicos de diversa índole y cientos de penitentes que escoltan a la Virgen de los Dolores a través de las calles de Viesca por alrededor de dos horas.
Desde principios del siglo XX, las migraciones han sido una actividad cotidiana para la población. Debido a los altibajos de la economía, más de la mitad de los viesquenses han tenido que salir en una o más ocasiones del pueblo para buscar una oportunidad de trabajo, principalmente hacia Estados Unidos o Torreón.
En el Día del Ausente, se ofrece en la plaza principal una comida y una cabalgata en honor a todos los trabajadores que regresan al pueblo una vez al año, unos días antes de la fiesta de Santiago Apóstol.
Viesca es un lugar donde el valor de la historia lo es todo. En el Museo Municipal Gral. José González Herrera se puede mirar el panorama completo de lo que ha representado y vivido este pueblo a lo largo del tiempo.
En sus salas se exhiben piezas y materiales de la más diversa índole: monedas antiguas, herramientas de trabajo, objetos de la vida cotidiana, vestigios arqueológicos de los primeros habitantes de sus dunas, fotografías, mapas y documentos históricos de gran valor, como donde aparece el general Jesús González en los años en que protegió a Benito Juárez de los intervencionistas franceses durante su paso por la Comarca Lagunera.
Otra parte de la historia de este Pueblo Mágico se halla en las ruinas de su fábrica de sal, antaño llamada Sulfatos de Viesca, que todavía en los años 60 llegó a emplear a más de 400 personas y que hoy en día es un desolado paisaje de singular belleza, pues su yerma y fantasmal llanura de color blanquecino, producto del sulfato y el cloruro, se confunde con el pálido azul del cielo y el contorno de las montañas que dibujan un horizonte incierto.
Además de su aspecto histórico, Viesca brinda a sus visitantes la oportunidad de realizar diversas actividades recreativas y ecoturísticas.
En las Dunas de Bilbao se pueden hundir los pies al caminar en la blanca y fina arena y hacer recorridos en bicicleta o cuatrimoto, además de acampar, tomar fotografías del paisaje y observar valiosas especies de iguanas y lagartijas.
En el Centro Recreativo Juan Guerra es posible darse un fresco chapuzón en medio del desértico calor, pues su manantial alimenta un grupo de amplias albercas para disfrutar en compañía de amigos y familiares.
También, en el Ejido Bajío de Ahuichila, a unos 40 kilómetros de Viesca, existen senderos semidesérticos rodeados de agua que se elevan hasta las faldas de la sierra, rodeados por imponentes paredes de roca e ideales para practicar excursionismo.
Este Pueblo Mágico se esfuerza por mantener sus tradiciones y honrar sus raíces con eventos como la Danza de los Caballitos, que se realiza cada día del niño y representa la batalla de los cristianos contra los musulmanes que invadieron España en el siglo XII.
Conservada por los miembros de una sola familia, en ella participan un tamborero y un violinista que ejecutan los sones en los que se refleja una gran tradición ibérica, así como niños, jóvenes y adultos que bailan con atuendos coloridos y un hermoso ambiente festivo.
Por su clima y remota ubicación, Viesca no cuenta con una gastronomía tan diversificada como otros estados de la República.
Sin embargo, sus gorditas de cocido de trigo o maíz rellenas de chicharrón, frijol, carne enchilada o picadillo resultan una sencilla delicia, junto con el cabrito al pastor o en adobo y los asados de puerco con siete tipos de sopas, que se complementan con el sabor de sus dulces de leche quemada, sus panes rosados horneados con leña conocidos como, los dátiles caramelizados o en conserva, el calabazate con su jarabe de azúcar y el sotol curado en hoja sen.
No existen restaurantes muy grandes en Viesca, pero las Gorditas Pery y Lupita son las más concurridas, así como la cantina Paraíso Terrenal y el Restaurante Paty, que además de los platillos locales preparan suculentas milanesas con papas, frijoles refritos, chiles rellenos, mariscos y capirotada, entre varios otros.
En Viesca se pueden comprar para llevar dulces típicos y pan, así como bolsas y morrales tejidos a mano y bordados finamente, joyería y utensilios de ónix. En septiembre, en la Feria del Dátil se venden numerosos productos elaborados con esta fruta como conservas, dulces y licores.
Para llegar a Viesca la mejor opción es volar a Torreón a través de AeroMéxico o Interjet, o por autobús a alguna de las principales ciudades de la Comarca Lagunera, como Gómez Palacio, Matamoros o Ciudad Lerdo, y a partir de ahí tomar transporte público, individual o colectivo, o bien, rentar un automóvil.
A través de la Carretera Federal 40, Viesca se conecta con Matamoros, Parras o cualquiera de las grandes ciudades de la región, empezando por Torreón, una ciudad estupendamente comunicada y desde donde se hace una hora de camino al Pueblo Mágico.